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CONDUCTAS ANTIDEPORTIVAS EN FUTBOLISTAS

Ante el inquietante aumento de la violencia en el fútbol profesional, resulta necesario conocer el origen de las actitudes antideportivas de los futbolistas más jóvenes, y su relación con las conductas llevadas a cabo. En las primeras etapas del desarrollo, el influjo de progenitores y entrenadores/as se perfila como crucial, si bien hay una carencia de estudios que lo corrobore.

Entendemos la práctica del fútbol como deporte de equipo, interactivo, atravesado por la dinámica del juego en su faz lúdica, creativa y de placer que postula Huizinga. Jugar al fútbol en equipo requiere el constante despliegue de habilidades y fortalezas del individuo para visualizar, prever, actuar y resolver en forma positiva cada instancia del desarrollo del juego. Sin embargo, existen futbolistas amateurs o profesionales, en todas las edades, que aún cuando posean estas habilidades y fortalezas, son propensos a cometer faltas violentas que van más allá de la agresividad natural que exige la leal competencia por el triunfo. Una falta violenta, vista bajo la lupa del reglamento, puede llegar a perjudicar no sólo a quien la padece sino a quien la comete y a su equipo. A su vez nos preguntamos cuánto influye la violencia de afuera en la violencia de adentro. Y qué se puede realizar como estrategias de prevención de la violencia en el fútbol, adentro y afuera del campo de juego.

Generadores de violencia

Muchas veces cometemos el error de asociar el fútbol a la violencia. Cada vez que se produce una agresión, hay gente que intenta construir la teoría de que el fútbol es generador de violencia. Los lamentables hechos acaecidos en Holanda, donde unos energúmenos y criminales patearon tres o cuatro veces a un linier, hasta el punto de que el pobre hombre falleció al día siguiente debido a la gravedad de los impactos, vuelven a situar al deporte rey junto a la violencia más extrema. Pero el fútbol y el resto de los deportes no son generadores de ningún tipo de violencia. Son, lamentablemente, diagnosticadores de hasta qué punto nuestra sociedad está en decadencia. O al menos pone de relieve que existen personas que son incapaces de convivir con decisiones que no son de su agrado. Y su única capacidad de respuesta ante la frustración es la violencia. Los análisis de regresión pusieron de manifiesto la notable influencia de padres y entrenadores/as en la formación de actitudes antideportivas de los/as futbolistas. Del mismo modo, estas diferencias se corroboraron, mediante la observación de los 64 partidos registrados, siendo los chicos notablemente más proclives que las chicas a cometer faltas y conductas antideportivas. La violencia en la práctica del deporte puede ser física, verbal o gestual. Una falta violenta cometida por un futbolista dentro del campo de juego puede estar dirigida hacia un adversario o hacia cualquier otra persona que participa activa o pasivamente en la competencia (compañeros, adversarios, árbitros, alcanza pelotas, entrenadores, público, periodistas, etc.). Son diversos los factores que pueden estar presentes y confluir para que se produzca el acto violento. Estos factores van desde estados o rasgos de personalidad del agresor, desinterés por las consecuencias, a intensas presiones externas que al deportista se le dificulta controlar y resolver por sus propios medios.

Marco teórico Al mirar este comportamiento desde la perspectiva de la Psicología Positiva, que estudia los factores psicológicos relacionados con el desarrollo de la felicidad en las personas e investiga cómo se puede mejorar la calidad de vida de las personas "normales". Y algunos enfoques desde el psicoanálisis para complementar y entender algunas cuestiones. Entendemos que la práctica del fútbol en forma libre y voluntaria, como deporte que involucra el juego, está motivada por la búsqueda de un estado de felicidad. Lo que más quiere un futbolista no es otra cosa que jugar. La agresión se puede definir como la imposición de un estímulo aversivo, físico, verbal o gestual de una persona a otra, no es una actitud sino un comportamiento que refleja un compromiso con el intento de causar daños (LeUnes y Nation, 1989). Para que un comportamiento sea considerado agresivo debe estar dirigido contra un objetivo viviente, debe haber un intento de dañar al objetivo y debe haber una expectativa razonable de que la agresión va a ser exitosa, y el objetivo va a ser dañado. A lo largo de los años, se han identificado dos tipos básicos de agresión: agresión hostil y agresión instrumental (Baron, 1977). Estos dos tipos de agresión se distinguen en términos de sus reforzadores primarios, o en función de sus objetivos que se persigan con el acto cometido. Sin embargo, en ambos casos la intención es dañar a otro ser humano. En las agresiones hostiles, la meta primaria es dañar a otro ser humano. La intención es hacer que la víctima sufra, y el refuerzo es el dolor y sufrimiento causado. Este tipo de agresión va siempre acompañado de rabia por parte del agresor. En las agresiones instrumentales también intentan dañar al objetivo. Sin embargo, la meta no es observar el sufrimiento de la víctima, pero si recibir alguna otra recompensa externa o meta (dinero, victoria poder o prestigio). El agresor ve el acto agresivo como un instrumento para conseguir su meta primaria. Alcanzar esta meta refuerza el comportamiento agresivo. La más clara diferencia entre estos dos tipos de agresión la encontramos en que la agresión hostil siempre implica un sentimiento de rabia u odio, mientras que la agresión instrumental puede que no, sin embargo el resultado de ambos tipos de agresión es el mismo. En esencia, la agresión es primariamente un comportamiento aprendido que resulta de una interacción entre individuos con su medio social durante un tiempo (Bandura, 1973). Si no es éste el caso, el comportamiento no es agresión (Bandura, 1973; Berkowitz, 1962; Silva, 1980a, 1980b). Es importante hacer una distinción entre agresividad y violencia, siguiendo a Corsi (2003) “el ser humano es agresivo por naturaleza, pero es pacifico o violento según su historia individual y la cultura a la que pertenece”. Con violencia nos queremos referir específicamente al componente físico de la agresión. Para Tenenbaum (1997) podemos definirlo como un comportamiento para producir daño teniendo en cuenta que no existe una relación directa con la meta, y relacionada, con incidentes de agresión descontrolada.

Desde distintos sectores, se pronunciaron en contra del violento episodio que protagonizó el integrante de Boca Unidos, quien golpeó brutalmente a su novia. Piden que se tomen medidas para evitar nuevas agresiones y recomiendan prevenir situaciones de maltrato desde la adolescencia. A través de distintos comunicados, exigieron que las autoridades judiciales no sean tolerantes con el joven de 22 años que, según denunció la víctima, la golpeó hasta dejarla inconsciente. Las organizaciones Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumala) y María Conti, integrantes de la Multisectorial de la Mujer de Corrientes, expresan un enérgico repudio al caso de violencia contra la joven formoseña de 22 años, Florencia Medina, por el cual fue denunciado el jugador de fútbol Iván Díaz. Desde las organizaciones solicitaron que los organismos públicos y judiciales “no sean tolerantes, no entorpezcan, ni justifiquen” este tipo de ataques a las mujeres.

Conclusión.- A través de distintas estrategias de abordaje del fenómeno, desde la psicología aplicada al deporte, es posible intervenir sobre el individuo con el objeto de prevenir y controlar la violencia transmutando las emociones negativas puestas en juego en la disputa en fortalezas internas positivas desplegadas en leal competencia, muchas veces tergiversada donde parece que sólo cuenta ganar, no importando cómo. Consideramos que este último elemento contribuye y mucho para que la psicopatología se adueñe del deporte de elite. Para ello, entre otras cosas, se impone comprender y hacer comprender al individuo la mayor cantidad de factores influyentes, trabajar sobre sus emociones, enseñarle a perder, como también dar soporte a entrenadores orientándolos en este aspecto de su función. Un arquero del club Velez Sarsfield, le patea la cara a un jugador de Boca Juniors en un partido de copa Libertadores. Es expulsado y se cobra penal. Su equipo pierde y él pasa a jugar al fútbol de Ecuador. Un entrenador del club Nueva Chicago amenaza a un jugador de River que se dispone a ejecutar un penal: “si hacés el penal, no salen de acá”.

El jugador convierte, Chicago pierde, luego desciende de categoría y ese entrenador es despedido, aunque ahora dirige en otro club. Este trabajo sólo intenta plantear interrogantes que puedan ser retomados por la comunidad científica en futuros trabajos de investigación. No menos importante es ganar espacio tanto en los programas sociales de deporte para la prevención como en las entidades deportivas que forman jugadores en las etapas infantil y juvenil, para que desde la mirada de nuestra perspectiva interdisciplinaria podamos contribuir a la formación de personas que gustan de practicar el fútbol profesional o recreativo. Como se intentó plantear y según lo investigado, no son muchos los programas de prevención actuales y reales de la violencia en el fútbol, pero algunos existen. Habrá que multiplicarlos, por el bien de un deporte cuya violencia está legitimada por la sociedad, los periodistas y los dirigentes y no alcanza con el justificativo de la violencia social, por el bien de los espectadores, pero también por el bien de los jugadores que cada vez son más juguetes del negocio.

Quedan unos interrogantes, en este caso el fútbol ¿canaliza la violencia o la genera? ¿Los futbolistas y los hinchas son personas normales o el alto rendimiento y su componente psicopatológico, los ha modificado?

Teorías de la Violencia Humana -Violencia innata. El instinto como su base motivacional (biologista). -Violencia adquirida. Ser moldeado por la cultura (ambientalista). -Violencia heredada. Cesare Lombroso, seguido luego por Berkowitz (hereditaria).

Fuente: Lic. MARCELO ROFFÉ


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