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LA IDENTIDAD Y ESTILO DE UN EQUIPO FÚTBOL

Psicología social la identidad social.

La psicología social aparece en el deporte como una actividad significativa dentro de un conjunto de tareas abocadas a la dirección y el desarrollo grupal de un equipo. Antes de entrar en materia a fondo, quizás resulten pedagógicas estas consideraciones sobre la identidad y identidad social:

La identidad es la iconografía del sujeto: aquel conjunto ordenado —que incluye contradicciones— de relatos con que el sujeto comprende y puede explicar quién es. La identificación es la acción de narrar al sujeto. Cuando nos referimos a la identidad social guardaría relación con la categorización social del individuo, la formación de grupos sociales promovidos por la necesidad de pertenencia y la similaridad categorial de sus miembros: “grupos que resultan equivalentes con respecto a las acciones, intenciones y sistema de creencias de un individuo” (Tajfel, 1984, p. 291). No obstante, la identidad social formaría la parte del Yo que adquiere la pertenencia a un grupo de personas y una valoración de este. La conformación de grupos y la autoafirmación de estos subsisten mediante la constante comparación con otros grupos y el ensalzamiento de las características del endogrupo. Así pues, el individuo consciente de la pertenencia a un grupo concreto, llevará a cabo los consecuentes procesos cognitivos de comparación social, enalteciendo o favoreciendo la imagen de su grupo frente a los otros (al exogrupo), siempre y cuando dicho grupo contribuya a su satisfacción. “por muy rica y compleja que sea la idea que los individuos tienen de sí mismos en relación con el mundo físico o social que les rodea, algunos aspectos de esta idea son aportados por la pertenencia a ciertos grupos o categorías sociales” como se contempla en el fútbol.

El fútbol: esa extraña mezcla entre la guerra y la fiesta. Esa extraordinaria experiencia que motiva pasiones exacerbadas. Ese juego apasionante que combina en una receta magistral la estrategia y el factor sorpresa. Ese deporte capaz de acaparar una vereda de un barrio cualquiera y de mover enormes cantidades de dinero con la misma facilidad. El fútbol es eso. Un juego. Un deporte. Una pasión. Una actividad inigualable que nos hace sufrir y gozar, reír y llorar, nos transporta a una catarata de júbilo o nos derrumba al más profundo silencio. El Campeonato Mundial de Fútbol formado con la Selección cada país clasificado es el único desafío a nivel nacional de cada nación que tiene un apoyo masivo indiscutible. Inclusive las campañas más acérrimas opositoras al Gobierno actual en su voluntad de transmitir un clima de fracaso, son arrasadas por un movimiento de festejo colectivo que tiende a solidarizar los vínculos frente a cada triunfo. Ningún festejo logra esta amalgama de vínculos. Esta identificación con el deporte fútbol se comprende por una cotidianidad compartida por la mayoría de los hombres.

Lo tocante al fútbol y su manera jugar de cada equipo podemos decir que se contempla dentro de la psicología social y específicamente la identidad social; la identidad o estilo de un equipo fútbol.

El estilo de juego de una selección nacional define la cultura de su país. O viceversa. Los italianos tienen el Catenaccio. Los ingleses, su fútbol directo y aguerrido. Los alemanes valoran la eficiencia por encima del adorno. Mirando Sudamérica no se quedan atrás algunos países no son muchos los que tienen esa historia de construir una identidad o estilo de juego y mantenerla. Hoy por hoy está aceptado y hasta reconocido un estilo de juego “a la uruguaya”; marca férrea, defensa sólida y organizada, poca tenencia del balón y contragolpes rápidos y efectivos. Muchos dicen que la celeste “siempre jugó así” ser un equipo contragolpeador, defensivo, con poca posesión de la pelota, orgulloso de su garra charrúa y de tener futbolistas que metan hasta el último minuto y tranquen más fuertes que el rival es lo que identifica -y ha identificado- en los últimos años a Uruguay. Y cuando alguien trata de implementar algo distinto, se lo critica: “esta es la nuestra”, “siempre jugamos así”, “así fuimos los mejores del mundo”, son frases muy escuchadas cuando se le pide a la selección cuidar un poquitito o más la pelota, o cuando un equipo muy lírico falla sus objetivos. Pero Uruguay no siempre jugó así; sus grandes logros fueron en base a un fútbol lindo, de dribling, toque corto y ultra ofensivo. Si bien es incomparable el fútbol de hoy con el de ese tiempo, el rioplatense era un estilo inigualable y sumamente más efectivo y exitoso que el europeo, un fútbol mucho más directo, de mayor corpulencia y choque; más parecido al rugby que al fútbol mismo. Según apuntan varios investigadores, Uruguay comenzó a variar su estilo de juego en los innumerables amistosos ante Argentina, el rival de siempre en los primeros años (entre 1900 y 1920, Uruguay jugó 81 partidos, de los cuales 75 fueron ante los vecinos). Por eso, de a poco Uruguay empezó a adoptar un juego un poco más defensivo, bastante similar al utilizado en el partido ante Brasil en Maracaná aunque, ojo al gol, si bien ese puede ser el comienzo de la “garra charrúa” en aquel encuentro decisivo la celeste hizo menos de diez faltas. Duros, tal vez, pero leales y limpios. La década posterior al Maracanazo siguió mostrando a un Uruguay que le sentaba mejor el juego ofensivo pero los malos resultados comenzaron a llegar (algo impensado en la mitad anterior del siglo) y la urgencia por recuperar el prestigio perdido provocó métodos más arcaicos para llegar al triunfo. Así, el toque corto y la gambeta se fue reemplazando por la tenacidad incansable, la dureza en la marca y la comodidad encarando un partido de manera más defensiva que ofensiva. Hoy son los abanderados de la garra charrúa y nos cuesta imaginar a una selección adoptando una postura distinta a la actual.

Es que el jugador uruguayo es así, se crió de esa forma, el ADN del jugador de ese país encuentra base allí. Si se observan equipos uruguayos a través de la historia, no faltarán los rápidos, técnicos y potentes delanteros, el número 5 aguerrido, aplicado táctico-defensivamente y físico, el extremo veloz que a pesar de poseer técnica y “vocación” ofensiva, colabora en defensa insistentemente, sumado a los defensores centrales históricamente más fuertes del continente. Esa es la naturaleza del fútbol uruguayo, incluso existe un grupo de entrenadores que basan su idea en las naturalidades de sus jugadores, aplicándolos a un dibujo clásico, el 1-4-4-2, que fue evolución del 1-4-2-4. Cambio de funciones pero no de ADN de los extremos. Más allá de sumarle cosas, la historia no ha borrado un estilo histórico del país, con algunos matices, posee una identidad clara desde hace tiempo, esto es Uruguay.

Respecto al fútbol argentino encontramos que los clubes de fútbol esta por encima de sus selecciones; son los que han logrado mayor cantidad de títulos internacionales en el mundo (69), siendo los que más veces obtuvieron la Copa Intercontinental (9) y la Libertadores (24). Sumando los éxitos deportivos de los representativos nacionales y los logros oficiales de los clubes a nivel internacional, el fútbol argentino, con 117 torneos oficiales, es el segundo más laureado del mundo, detrás de Brasil que posee 123. Desde el punto de vista de los elementos de juego, en Argentina se inventó en 1931, en la ciudad de Bell Ville, la pelota de fútbol moderna, conocida originalmente con el nombre de superball. Durante las primeras tres décadas del siglo XX se mantuvo un sordo conflicto entre los partidarios del amateurismo y los del profesionalismo: en general los futbolistas y una minoría de dirigentes sostenían la necesidad de organizar una liga de fútbol profesional, pero la mayoría de los clubes y sus autoridades se oponían, con la evidente intención de retener la totalidad de las ganancias obtenidas en los espectáculos. Este y otros conflictos, derivados del manejo de esas ganancias, y disputas de poder con trasfondo en la política, llevaron, en tres oportunidades, a la creación de ligas paralelas. Esa falta de unidad hizo que no tuvieran verdaderas selecciones que representaran al fútbol argentino. Es por ello que durante las décadas del 10 y del 20 predominó el llamado "amateurismo marrón", por el cual los clubes abonaban sumas de dinero a sus jugadores de manera informal y antirreglamentaria. Paralelamente, la práctica masiva se canalizó de modo casi exclusivo a través del llamado "fútbol de potrero", sin institucionalidad ni supervisión alguna, porque los clubes nunca organizaron la práctica recreativa del fútbol de la población, como tampoco lo hizo el sistema escolar. Este hecho sería decisivo para la creación de un estilo propio y original, denominado "criollo" o "rioplatense" y que será percibido como opuesto al estilo "inglés". En 1931, tras un largo proceso que culminó con una huelga de futbolistas, se produjo una fractura, y el 18 de mayo de ese año, 18 clubes, entre ellos los de mayor convocatoria, decidieron retirarse de esa Asociación, que era la entidad oficial, y formaron la Liga Argentina de Football, entidad disidente de la FIFA, dando comienzo al profesionalismo. El mal desempeño del seleccionado en el Mundial de 1934, al que se concurrió con jugadores de segundo orden, dado que los mejores disputaban los torneos organizados por las ligas disidentes; sumado a la poca convocatoria que tenían los torneos que organizaba la Asociación, provocó que el 3 de noviembre de 1934 se fusionaran ambas entidades, dando forma definitiva a la AFA. En la Copa Mundial de Fútbol, al ya mencionado subcampeonato de 1930. Luego del mundial de 1934, realizado en Italia, y hasta 1958, se mantuvo apartada de las competencias mundiales, en protesta por la utilización de jugadores argentinos por parte de los seleccionados europeos, como la selección italiana de fútbol campeona de 1934 que incluyó a cuatro de los mejores futbolistas de la selección argentina. En 1945, 1946 y 1947 Argentina obtuvo el tricampeonato en la Copa América, único en la historia de este torneo. En 1957 volvió a obtener la Copa América, goleando en todos los encuentros y derrotando 3-0 a Brasil en la final, con un equipo denominado "los carasucias", considerado entre los mejores de su historia. En 1978 se consagró campeón del mundo por primera vez dejando una estela de dudas en la transparencia del torneo (ganando también la Copa Juego Limpio), repitiendo el campeonato en 1986. Además fue finalista en 1990 y 2014.

En 1979 Argentina ganó el primer campeonato mundial juvenil sub 20, obteniendo seis hasta principios de 2008, superando por dos a Brasil. En 2004 ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas, el único título mayor que no había obtenido hasta entonces, logro que repitió en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. A pesar de su desorden y diferencias internas, sumadas los galardones y títulos, es el país con más éxitos futbolísticos del mundo. El estilo habitual del futbolista argentino está incluido dentro de lo que se denomina "fútbol rioplatense" (Argentina y Uruguay). Tradicionalmente, en Argentina el fútbol se aprendió y desarrolló popularmente en los "potreros" Esas condiciones promovieron un juego basado fundamentalmente en la improvisación y la habilidad individual en el manejo de la pelota, el llamado "arte de la gambeta" (dribbling), y el pase corto, así como un juego defensivo más físico y violento, con recurso sistemático a la vieja ley del football premoderno británico, el "hacking" o zancadilla, conocido en el Río de la Plata como "hacha". El fútbol de potrero se caracteriza también por una mínima coordinación colectiva y una menor utilización del tiro de larga distancia.

Uno de los principales analistas y defensores del "fútbol de potrero" fue el periodista Dante Panzeri, quien concebía el juego como una "dinámica de lo impensado" y sostenía básicamente que "el fútbol es el jugador". Pensamiento recurrente, que ha hecho estancar el fútbol de la mayoría de países que colonizaron en Sudamérica, sin estilo, sin identidad (Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela). Desde la década de 1970, la multiplicación de las competencias con equipos europeos, así como la posibilidad masiva de observar otros estilos de fútbol gracias a la televisión y la internacionalización del mercado de jugadores, produjo una evolución en el estilo del fútbol argentino, fusionando las características básicas del fútbol de potrero con muchos elementos que caracterizaban al fútbol europeo: juego colectivo y coordinado, planes estratégicos, pases de primera, "paredes", triangulación, mayor velocidad en el juego. El resultado fue la creación de un estilo más efectivo, que llevó a obtener gran cantidad de victorias internacionales y que suele ser referido de manera genérica como "fútbol sudamericano" A partir de la década del 90 surgieron las "escuelitas de fútbol", centros generalmente privados y dirigidos por deportistas y profesionales de la educación física, destinados a enseñar a los niños a jugar al fútbol y a organizar la práctica. Existe un debate acerca de la incidencia de las "escuelitas del fútbol" sobre un eventual cambio de estilo del fútbol argentino y sobre si la expansión de las mismas ha implicado la desaparición del "potrero" y el fútbol de habilidad individual asociado con él.

Y en Brasil tenemos lo que en Europa se ha bautizado -con la ayuda de alguna marca deportiva- como Jogo Bonito. Para los brasileños siempre ha sido futebol-arte. Es un estilo espectacular y divertido, narcisista y repleto de adornos. Un estilo inimitable porque no se aprende en la escuela sino que nace en la genética, acaso en la calle. Solo un brasileño puede jugar a fútbol como un brasileño y eso es lo que provoca que ese estilo sea tan admirado en todo el mundo. El fútbol brasileño se puede decir que labraron una identidad es conocido por su astucia, su fluidez y su estilo ofensivo de juego, además de ser considerado como reflejo de la mezcla de razas de la sociedad del país. El principal estilo de juego se caracteriza por su creatividad, movimiento y está infundido por movimientos rítmicos. Gilberto Freyre, un investigador social brasileño, ya prefiguraba el Jogo Bonito: "Nuestro estilo de futbol parece contrastar con el europeo. Nuestros pases... nuestros trucos... están relacionados con el baile, con la capoeira y eso es lo que marca el estilo brasileño de futbol, que dulcifica el juego que inventaron los ingleses".

El fútbol se convirtió rápidamente en una pasión para los brasileños, desde que fue introducido por Charles Miller, un joven brasileño de padres escoceses que, después de viajar a Inglaterra, considerada la cuna de este deporte, llevó consigo dos pelotas e intentó convertir a la comunidad de expatriados británicos de la ciudad de São Paulo creando así un club de fútbol de Brasil. En 1888 se fundó el primer equipo deportivo de Brasil, el São Paulo Athletic Club. Desde eses momento se mentalizaron en ser los mejores del mundo sus actuaciones mostraron frecuentemente en verlos como el país de "la tierra del fútbol". Según un estudio realizado por la Fundación Getulio Vargas, el fútbol mueve 16 mil millones dólares por año, teniendo treinta millones de practicantes (aproximadamente el 16% de la población total del país), 800 clubes, 11 mil futbolistas federados. La selección nacional ha ganado cinco veces el mundial de fútbol, siendo la selección nacional con más títulos conseguidos, siendo además el único equipo que se ha clasificado para todos los mundiales disputados. Son el prototipo del paraíso prometido del futbol. Sus jugadores, con los pies llenos de samba, enamoran al mundo y sumaban copas a sus vitrinas.

Desde hace 44 años son la máxima representación del fútbol mundial con su título en México 70, donde anotó 19 goles en seis partidos y pintó una obra de arte en cada uno de ellos. El delantero Pelé, tricampeón mundial con Brasil y dos veces campeón de la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental, fue elegido oficialmente como el mejor futbolista del siglo XX por la Fifa. Otros jugadores destacados han sido los defensas Djalma Santos, Nilton Santos, Carlos Alberto,

Júnior, Cafú y Roberto Carlos, los mediocampistas Didí, Rivelino, Sócrates, Falcão, Zico y

Verdeamarelha Leónidas da Silva Rivaldo, y los delanteros Leônidas da Silva, Romário, Bebeto, Ronaldo, Adriano, Robinho, Kaká, Ronaldinho y Neymar Jr., Al mirar el proceso que han llevado desde las primeras escalas mundialistas de la El mejor fútbol estaba por llegar, se nota que en 1930, Brasil viajó a su vecino Uruguay y quedó fuera después de dos partidos. Cuatro años después se embarcó a Italia y apenas desempacó las maletas ya estaba de vuelta a casa: Jugó un solo partido contra España y quedó eliminado. En 1938 el equipo brasileño se embarcó al Mundial de Francia y tuvo su primera actuación destacada de la historia, con dos afroamericanos como lo más brillante de su alineación: el delantero y el defensa Domingos da Guia. El fútbol con esencia mulata daba las primeras pinceladas al arte y ya llegaba a semifinales. Poco después llegaron las grandes historias brasileñas. El desencanto de Maracaná fue una lagaña que tapó momentáneamente los ojos al mundo. . En 1958 un joven llamado Pelé jugó como nadie en un equipo que jugaba como ninguno. La hazaña se repitió en el 62 y fue llevada a su punto cumbre en el 70. El fútbol era entonces la Alegria de Povo brasileño y el Jogo Bonito un rasgo de identidad. El Journal do Brasil se atrevía a comparar el juego de su selección con la conquista americana de la Luna. 'jogo bonito' como estilo de vida. La selección brasileña aglutinó en la década de 1980 a un grupo de futbolistas únicos. Jugadores con un don muy particular que hicieron un fútbol elegante y efectivo. Brasil era una de las selecciones favoritas para alcanzar la final. Con un esquema trabajado de 4-4-2 o incluso de 4-3-3, su juego y sus estrellas así lo acreditaban. Tonino Cerezo, Socrates, Júnior, Zico o Falcao eran algunos de los futbolistas más importantes de aquella época. Al juntarse en la selección formaban un combinado más que temible. Aquel equipo brillante se marchó siendo siempre fiel al estilo del 'jogo bonito'. Atacar por encima de todas las cosas. Incluso por encima de la derrota. El seleccionador Tele Santana afirmó tras esa eliminación ante Italia que "es más importante presentar el mejor fútbol que ganar un Mundial de fútbol". Y tenía razón el mítico entrenador. Brasil no tendrá en sus vitrinas la copa del Mundo de 1982, pero el 'jogo bonito' estará de por vida en todas las hemerotecas. El Mundial del 90 fue un viaje aún más corto. El técnico Sebastiao Lazaroni paró en la cancha un equipo con mucho orden, pero con poco talento. Brasil fue eliminado por Argentina en Octavos de Final. Anotó cuatro goles en cuatro partidos. La magia empezaba a desvanecerse y los títulos estaban cada vez más lejos.

Se había acabado el Futebol Arte y se abría paso el Futebol Força.El país más exitoso del fútbol mundial hacía examen de conciencia. No practicaba fútbol de ensueño y tampoco tenía más títulos en su vitrina. Estados Unidos 94 se asomaba con la promesa de que América es para los americanos y que nunca hay mejor candidato para ratificar esos enunciados históricos que Brasil. Nombraron director técnico a Carlos Alberto Parreira, quien marcó muy pronto la nueva visión de la cancha de la Verdeamarelha: "Jugaremos como el fútbol moderno demanda. La magia y los sueños ya no existen en el fútbol actual. Tenemos que combinar técnica y eficiencia". Así fue. A pesar de tener una alineación con nombres memorables, entre los que destacaban Romario y Bebeto, Brasil se coronó campeón en una de las finales más insípidas de la historia. El Tetracampeonarto llegó tras empatar 0-0 con Italia y después de una atinada serie de penales. La eficiencia se impuso. Brasil anotó 11 goles en siete partidos. Los diarios brasileños lo consignaban: ¿ Se perdió el estilo a cambio de resultados? La confirmación del fútbol eficiente se dio en 2002. Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho pusieron la magia para que Brasil se llevara el Pentacampeonato con un equipo cuya generalidad era el orden. El Scratch du Ouro confiaba pocas gotas al talento. Se pensaba que la conformación de sus últimos equipos brasileños sólo confirma que la magia y los sueños en la cancha ya se terminaron. Pero después de la peor derrota de su historia, en el Mundial de 2014, y dos fracasos en las Copas América de Chile y Estados Unidos, la “canarinha” volvió por sus fueros. Retomando su estilo recuperando su identidad, Justo cuando Brasil era el hazmerreír del fútbol y parecía que el famoso jogo bonito se había acabado, Tite; Adenor Leonardo Bacchi (fue un discreto volante mixto que jugó como profesional entre 1978 y 1989, cuando una lesión lo obligó a retirarse con apenas 28 años de edad). Supo corregir el rumbo y en apenas nueve meses, a punta de triunfos, les devolvió el prestigio a los pentacampeones del mundo. A los 55 años, Tite reafirma todo lo que había insinuado en Corinthians, donde mostró capacidad para ser uno de los mejores técnicos del continente. Pudo haber tomado las riendas del Scratch tras la destitución de Mano Menezes, en 2012, pero la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) se inclinó por Luiz Felipe Scolari, el timonel de los campeones del mundo del 2002. Sin una generación tan deslumbrante como la que encabezaban Cafú, Roberto Carlos, Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho, y sin tener que jugar las Eliminatorias por estar clasificado como país anfitrión del Mundial, Felipão tuvo un ciclo mediocre y acabó pisoteado al perder 1-7 frente a Alemania en las semifinales del torneo. Dunga se hizo cargo de la alicaído seleccionado brasileño, mientras Tite visitaba Madrid para entrevistarse con Carlo Ancelotti. Llevaba un año sin dirigir. Había ganado el Campeonato Brasileño 2011, la Copa Libertadores 2012 y posteriormente el Mundial de Clubes con el Timão, pero era catalogado como un técnico aburrido, de planteos austeros, generador de partidos cerrados y abusador del contraataque. Para sacarse esas etiquetas, decidió empaparse de los conocimientos del entrenador italiano, principalmente de sus trabajos ofensivos. Y cuando volvió al Corinthians, equipo con el que ganó nuevamente el Campeonato Brasileño 2015, demostró que era capaz de atacar con más fuerza y frecuencia, con más vértigo y presionar de forma más intensa. Sus equipos mantenían el equilibrio, pero ahora amenazaban, eran protagonistas y tenían más contacto con el balón.

Cuando el período de Dunga colapsó tras la eliminación en primera ronda en la Copa América Centenario 2016, agravando una crisis progresiva que parecía imparable, Tite tuvo su oportunidad. La obtención de la medalla dorada en los Juegos Olímpicos 2016 fue una ráfaga de viento a favor y la base para la construcción de un nuevo equipo más joven y hambriento. Renovó la plantilla y le imprimó cuatro valores importantes: transparencia, democratización, excelencia y modernidad. No es casualidad que en sus primeros partidos, la capitanía haya pasado por Dani Alves, Miranda, Fernandinho, Renato Augusto y Neymar, una iniciativa que motivó el liderazgo colectivo. En este nuevo comenzar bajo sus órdenes, la seleçao ha ganado ocho partidos, siete de eliminatorias y el amistoso con Colombia, jugado en enero pasado como homenaje a las víctimas del Chapecoense. En sus siete juegos oficiales ha marcado 23 goles y apenas ha recibido dos. Su clave es el manejo del grupo. Les dio confianza a los jugadores y les insistió en que eran ellos los únicos que podían cambiar la historia. En lo táctico innovó poco, su 4-3-3, adaptable a un 4-1-4-1, es sólido atrás y peligroso adelante. Casi siempre utilizaba Dunga, pero trabajó duro para que tuviera mayores variantes. Especialmente en casa utilizó dos delanteros o volantes como mucha llegada. Atrás insistió en la necesidad de ser prácticos a la hora de despejar la pelota y seguros cuando sus zagueros tenían que salir jugando. El portero Alisson sólo encajó dos goles en ocho partidos. Marquinhos, joven central del PSG, es el líder de una primera línea integrada por Dani Alves, Miranda y Marcelo (o Filipe Luis). El mediocampo, con Fernandinho (o Casemiro), Renato Augusto y Paulinho, recupera y juega simple, está lejos del 'jogo bonito' pero es fiable. Neymar está revitalizado: en siete partidos con el nuevo seleccionador, suma cinco goles y seis asistencias. Junto a Willian y Coutinho, el encargado del desequilibrio y de abastecer a Firmino o Gabriel Jesús. Todos nombres que integran la reforma de fútbol brasileño bajo un proyecto con síntomas de planificación a largo plazo. Así esta selección esté lejos del nivel y la magia de las campeonas de los Mundiales de Suecia 1958, Chile 1962, México 1970, Estados Unidos 1994 y Corea-Japón 2002, o las perdedoras pero que hicieron historia en España 1982 y México 1986, con su solidez y contundencia le devolvió el prestigió al scratch. Tras recuperar el ADN futbolístico de su país, cambiando el fútbol tacaño de sus antecesores por buen juego, y gracias a eso, conseguir ocho victorias en línea, Tite cambió la historia de un equipo que venía de tumbo en tumbo desde el desastroso 1-7 frente a Alemania, en la semifinal de su mundial, en 2014, un torneo que organizaron pensando en un hexacampeonato y que terminaron con un dolor que les ha costado lágrimas superarlo.

“A mí me llamaron a ser técnico de la Selección. Si estoy aquí es porque no se han dado los resultados, y entiendo que la mejor manera de contribuir aquí es aplicar aquellas palabras que han guiado mi vida y mi carrera: transparencia, democratización, excelencia y modernidad”, fueron las declaraciones de Tite cuando se hizo cargo del equipo.


Pero ¿cómo pudo ocurrir un cambio tan radical en tan poco tiempo? ¿Qué ha hecho Tite para lograrlo?

1. Trato con los jugadores

Su primer gran desafío fue recuperar la confianza de los jugadores que habían sido señalados por la debacle de Belo Horizonte.

A diferencia de lo que ocurría con Dunga, la nueva Brasil se divierte dentro y fuera del terreno de juego.

2. Dos mas dos son cuatro

Tite no ha querido reinventar el fútbol ni enseñar a jugar a sus futbolistas, simplemente les explicó el sistema de juego que pretendía y para ello le dio una función a cada uno de ellos.

La diferencia es que en su dibujo 4-1-4-1 cada posición la ocupa un futbolista quedesempeña la misma función, o un juego muy parecido, en su club.

3. Todos para uno y uno para todos

Una de las medidas que implementó Tite desde el comienzo fue la rotación del brazalete de capitán, quitándole responsabilidad al rol y entregándosela a todo el grupo.

4. Neymar

No fue difícil de entender para Tite que la reconstrucción de Brasil pasaba por reforzar el principal referente de su fútbol en los últimos años, Neymar.

5. Los pies en la Tierra

Tite no trata a Brasil como el gigante del fútbol que ha sido a lo largo de la historia, sino como una selección que se encontraba a la deriva y que simplemente necesitaba corregir el rumbo.

De allí que al saber que había asegurado la clasificación a Rusia expresó un simple "Gracias, padre del cielo" y antes de pensar en la opciones de Brasil en el mundial lo que se propone es "consolidar el equipo" en los partidos que le quedan por jugar en las eliminatorias.


El peligro que pueda parar o estancarse este desarrollado fútbol brasilero es que la samba se mecanice la europeizarla. El estilo de juego que enamoró a millones de románticos del balón se una anécdota con el tiempo.


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